Parafraseando a Belén Esteban en su famosa expresión «yo por
mi hija ma-to» (la otra es papá llama, pero esta no cuadra con el tema de hoy),
empiezo este escrito con la frase: «yo por mi madre ma-to»; lógicamente,
suscribo este comentario en sentido figurado, desde la indignación que me
produce y que tengo, mejor dicho, que tenemos mis hermanos y yo, desde hace
tiempo, por el tema de las participaciones preferentes.
Mis padres, José María Físcer (fallecido en 2003) y Juana
Arcones (enferma de Alzheimer en grado severo) han sido clintes durante 60 años
de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, y de la sucursal 1.120
—ahora de Bankia—, de la calle Balandro, 38 de Madrid desde 1975; en 2003
compraron participaciones preferentes de Cajamadrid por valor de 30.000 euros,
el fruto de toda una vida de trabajo, mi padre como técnico de mantenimiento en
Iberia y mi madre como... todo lo demás, la casa, la educación de los hijos,
las cuentas..., etc.
Compraron ese producto bancario, como el resto de los
afectados, sin ningún conocimiento de finanzas pero confiando en «la caja» y,
sobre todo, confiando en su sucursal de toda la vida; en esto mis padres, como
el resto de afectados, se acogían a la idea Ruossioniana de que «el hombre es
bueno por naturaleza» y dando por sentado que «su caja» siempre les
recomendaría lo mejor.
Amparándose en esta circunstancia, los bancos y las cajas de
ahorro, pero sobre todo estas últimas, iniciaron un proceso de captación de
capital entre sus clientes más indefensos. Como el tramo mayorista rehusó
invertir en este producto, con información escasa, cuando no torticera, las
entidades cubrieron sus necesidades de capital colocando paquetes de ese
producto entre este tipo de clientes, paquetes de auténtica basura; así
convencieron a mis padres para comprar un producto que bien explicado no
hubieran contratado nunca.
En 2009, Cajamadrid —todavía–, nos llama para contarnos que
el producto tal y como está en ese momento no permanece y que hay que cambiar a
otro tipo de preferentes, en ese momento, Patricia, no recuerdo el apellido,
asesora comercial de la sucursal 1.120 de la calle Balandro, 38, nos da
prácticamente hecho el cambio, ya que el otro producto no va a continuar, de
forma que firmamos el cambio y una hoja donde confirmamos que sabemos, más o
menos, de qué va el tema, ahora en plena crisis económica e intervención de
Bankia, estas participaciones son una encerrona.
Este año, coincidiendo con una necesidad de efectivo para
hacer frente al pago de la residencia de mi madre, nos planteamos la venta de
dichas participaciones, en ese momento se nos cae la venda de los ojos —tarde
sí–, y nos dicen que el mercado secundario está cerrado, no las podemos vender,
no nos devuelven el dinero, NADA.
Buscando información, consigo el folleto completo de la
emisión de preferentes de 2009, folleto de 75 páginas registrado en la CNMV,
documento que no dan en las sucursales y que nadie solicita a la CNMV, en este
folleto se puede leer, en sus primeras páginas, que el producto es complejo,
perpetuo y que no está sujeto al Fondo de Garantía de Depósitos, además incluye
una tabla con la valoración de 3 agencias de rating; la lectura de estas líneas
es para echar a correr con la cartera bien sujeta.
Esta semana, fuimos mi hermana María Jesús y yo a la
sucursal 1.120 para intentar reclamar el dinero de mi madre, lógicamente no es
posible, la tesis del director fue muy corporativa: «daremos una solución,
Bankia va bien [(¿?) ese mismo lunes que perdió un 28% en bolsa), y tal y tal»,
nos recibió después de más de 15 minutos esperando, sólo reaccionó cuando le
solicité a otro empleado que le avisara, que mi tiempo valía lo mismo que el
suyo. Pero, sobre todo, reaccionó cuando me escuchó hablar a los clientes y
empleados que había en la sucursal en ese momento para contarles mi versión de
los hechos.
La escena fue fuerte, lo que coloquialmente se conoce como
«montar el pollo», me fui sabiendo que no conseguiremos el dinero, pero
convencido de que había hecho lo que debía, por mi madre, por mi padre y por
todos los afectados; es útil que no piensen que esto es gratis total, los actos
tienen sus consecuencias.
Una de las cosas que más me indigna, no es ya la falta de escrúpulos
de los banqueros, es la poca ética profesional y el comportamiento inmoral de
los bancarios que, en este caso, han perpetrado una suerte de prevaricación
financiera, «recomendar un producto a sabiendas de que es basura», si vendieron
este producto por presión patronal o por ignorancia, poco importa, el resultado
es el mismo: cientos de miles de trabajadores entre 60 y 80 años que tienen su
dinero en un corralito legal.
La inclusión de nuestro caso en la demanda de ADICAE es
anecdótico, cuando se resuelva la demanda mi madre ya no estará con nosotros,
las reclamaciones ante Banco de España o CNMV son estériles, sólo me queda
jugar una baza que puede que tampoco sirva pero es la mía, contarle a todo el
mundo que quiera escuchar lo que ha pasado en esta sucursal, utilizaré mi
experiencia y contactos en comunicación e imagen para generar la peor imagen
que pueda de esta sucursal y de sus trabajadores.
En marketing hay un concepto que se puso de moda hace años
«think global, act local» (piensa global, actúa local), mis hermanos y yo
maldecimos a toda Bankia, pero actuaremos contra la sucursal 1.120 de la calle
Balandro, 38.